A riesgo de tener la mala suerte de que, en los 25 efímeros días que le quedan a este 2006, caiga ése álbum que nos vuele el marulo a todos los rockeros, voy a comenzar con la encomiable tarea de analizar, a mi criterio, los mejores discos de este año en dos partes: local e internacional. Como debe ser, he de comenzar nombrando al artista (o banda) argentino que más me ha impactado con una producción discográfica en estos doce meses. Se trata, en este caso, de un solista que apareció hace muy poco tiempo, pero que en ese corto lapso nos ha iluminado a todos con una música bellísima, una voz prodigiosa y unas canciones hermosísimas: el señor Gabo Ferro. En este 2006, Gabo editó una veloz continuación a su primer producción solista Canciones Que Un Hombre No Debería Cantar (2005), Todo Lo Sólido Se Desvanece En El Aire. Y, otra vez, como el año pasado, deslumbró.
Recapitulemos: durante la década del '90, Ferro se hizo un nombre en el under porteño como voz de una de las tantas bandas de la movida BAHC (Buenos Aires Hard Core), Porco. Allí, empezó a mostrar una voz extraña, demasiado armoniosa y melódica para un grupo de esa pesadez. Al mismo tiempo, comenzó una amistad de larga data con gente como la (entonces) bajista de Mata Violeta Flopa Lestani y el líder de Pez Ariel Minimal, quienes serían claves en su vida años después. Porque resulta ser que un día de 1998, Gabo decidió dejar todo. Se bajó (literalmente) del escenario, se "retiró" de la música y se puso a estudiar Historia.
Pero luego, instado por Minimal, Flopa y el poeta cordobés Vicente Luy, decidió regresar al mundo de la música. En 2005 editó el mencionado Canciones..., una gema de demostraciones de folklore-rock acústicas grabadas en vivo en estudio. El innegable parecido de la voz de Gabo con la de Miguel Abuelo, la crianza folklórica de éste y su poética increíble sorprendieron a propios y extraños. Tanto, que casi lo obligaron a dar más. Y Gabo dio más, nomás: poco después nos regaló Todo Lo Sólido..., un disco que, aunque diferente, se le asemeja a su antecesor en más de un sentido. Y hasta hace lo imposible: lo mejora.
Porque allí donde Canciones... escatima en arreglos, ofreciendo una propuesta más despojada que hace hincapié en la deliciosa voz de Ferro, Todo Lo Sólido... va muchísimo más allá. Los abuelescos tonos de Gabo están, pero son acompañados por preciosos arreglos que incluyen, gracias a los muchos invitados, variopintas ideas en un mismo y coherente disco: pianos (Pepo Limeres de Pez se lleva los lauros), violines, contrabajos (a cargo del ex Don Cornelio Y La Zona y actual Me Darás Mil Hijos Fede Ghazarossian), acordeones (Flopa dice presente) y mucho más, en un crisol estilístico envidiable.
Gabo, más allá de lo genial de sus alegatos políticos - idealistas - humanistas, es un estupendo músico, con una saludable ambición por mostrar ideas de maneras poco convencionales. Por eso pasa de furibundos country-rocks como "El Agua Sabe" (con Pez como banda soporte, qué lujo!) a preciosos momentos a capella ("Dios Me Ha Pedido Un Techo" y su manifiesto anti-eclesiástico, momento intenso), a tiempos más folklóricos como en "Mi Vida Es Un Vestido" (una fábula transformista que ataca los principios sexistas occidentales) o "Beso Al Beso", a intentos de tinte balcánico como "Están Dopados Los Enamorados?" y así sucesivamente, con estilos variados y aparentemente dispares, uniéndolos en una lección de coherencia y talento.
En el ínterin, la inquietud exploratoria de Gabo es satisfecha en una obra digna de muchísima admiración y hasta pleitesía. Un disco para escuchar (mucho), guardar (celosamente) y rescatar (siempre).
Recapitulemos: durante la década del '90, Ferro se hizo un nombre en el under porteño como voz de una de las tantas bandas de la movida BAHC (Buenos Aires Hard Core), Porco. Allí, empezó a mostrar una voz extraña, demasiado armoniosa y melódica para un grupo de esa pesadez. Al mismo tiempo, comenzó una amistad de larga data con gente como la (entonces) bajista de Mata Violeta Flopa Lestani y el líder de Pez Ariel Minimal, quienes serían claves en su vida años después. Porque resulta ser que un día de 1998, Gabo decidió dejar todo. Se bajó (literalmente) del escenario, se "retiró" de la música y se puso a estudiar Historia.
Pero luego, instado por Minimal, Flopa y el poeta cordobés Vicente Luy, decidió regresar al mundo de la música. En 2005 editó el mencionado Canciones..., una gema de demostraciones de folklore-rock acústicas grabadas en vivo en estudio. El innegable parecido de la voz de Gabo con la de Miguel Abuelo, la crianza folklórica de éste y su poética increíble sorprendieron a propios y extraños. Tanto, que casi lo obligaron a dar más. Y Gabo dio más, nomás: poco después nos regaló Todo Lo Sólido..., un disco que, aunque diferente, se le asemeja a su antecesor en más de un sentido. Y hasta hace lo imposible: lo mejora.
Porque allí donde Canciones... escatima en arreglos, ofreciendo una propuesta más despojada que hace hincapié en la deliciosa voz de Ferro, Todo Lo Sólido... va muchísimo más allá. Los abuelescos tonos de Gabo están, pero son acompañados por preciosos arreglos que incluyen, gracias a los muchos invitados, variopintas ideas en un mismo y coherente disco: pianos (Pepo Limeres de Pez se lleva los lauros), violines, contrabajos (a cargo del ex Don Cornelio Y La Zona y actual Me Darás Mil Hijos Fede Ghazarossian), acordeones (Flopa dice presente) y mucho más, en un crisol estilístico envidiable.
Gabo, más allá de lo genial de sus alegatos políticos - idealistas - humanistas, es un estupendo músico, con una saludable ambición por mostrar ideas de maneras poco convencionales. Por eso pasa de furibundos country-rocks como "El Agua Sabe" (con Pez como banda soporte, qué lujo!) a preciosos momentos a capella ("Dios Me Ha Pedido Un Techo" y su manifiesto anti-eclesiástico, momento intenso), a tiempos más folklóricos como en "Mi Vida Es Un Vestido" (una fábula transformista que ataca los principios sexistas occidentales) o "Beso Al Beso", a intentos de tinte balcánico como "Están Dopados Los Enamorados?" y así sucesivamente, con estilos variados y aparentemente dispares, uniéndolos en una lección de coherencia y talento.
En el ínterin, la inquietud exploratoria de Gabo es satisfecha en una obra digna de muchísima admiración y hasta pleitesía. Un disco para escuchar (mucho), guardar (celosamente) y rescatar (siempre).
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