7 dic 2006

Lo mejor del año parte 2: de allá


Cuando a una banda tan legendaria como Pearl Jam le pasa lo que les ocurrió a estos genios en Roskilde, Dinamarca, en 2000, muchas cosas empiezan a ser sopesadas. En especial si los miembros de esa banda, para el momento donde ocurren los hechos, bordean la fatídica edad de 40 años. Aquel desastre, esa tragedia, marcó al grupo a fuego. Tanto, que determinó una cada vez más creciente aprehensión de los de Eddie Vedder por tocar en vivo, y revivió en ellos una llama humanística/filosófica que los marcó claramente. La consecuencia más lógica de este golpe terrible al grupo fue una notable reflexión en forma de disco. Riot Act se llamó el álbum, siendo su nombre una clara alusión al suceso.

Salió en 2002, y los mostró lejísimos de su clásica estructura rockera, más cercanos a un espíritu folk de neto tinte reflexivo, y con fortísimas alusiones tanto a aquella tragedia y sus sensaciones (la ya clásica línea de "Love Boat Captain"
"Lost nine friends we'll never know / two years ago today" y la conmovedora "Arc", por ejemplo) como al naciente gobierno de George Walker Bush, las fraudulentas elecciones en las que triunfó y su ánimo belicoso. Se trató de un disco clave en la carrera de Pearl Jam. El más decisivo hasta la fecha.

Porque cuatro años después, el grupo volvió a las bateas con el autotitulado Pearl Jam. Y otra vez, shockeó. Ahora, ya definitivamente enemistados con la política de Bush, lograron un disco incendiario, definitivamente el más poderoso que hayan hecho desde su fantástico debut Ten (1991). Hacía muchísimo tiempo que no se los veía tan poderosos, tan verdaderamente enfurecidos, tan rockeros. Aquella faceta reflexiva era violentamente revisitada en lo que se demostraba como una fortísima lección de verdadero rock n' roll. Ya nadie duda por qué Pearl Jam, habiendo tantas bandas y artistas de esa época, es casi el único sobreviviente del grunge de Seattle.

Porque se han demostrado sólidos durante toda su carrera, capaces de reinventarse sobre la marcha y variar de acuerdo a una inquietud constante. Han aprendido de una carrera extraña y convulsionada, de una discografía que, pese a tener pocos álbumes oficiales, es extensa (debido esto, claro, a la enorme serie de discos en vivo que poseen) y de un periplo que también lo es. Hoy miran hacia atrás, pero también viven, con frustración, un presente extraño. Contra ello reaccionan, como siempre, pues jamás pensaron que el mundo terminaría siendo lo que es hoy.

6 dic 2006

Lo mejor del año parte 1: de acá

A riesgo de tener la mala suerte de que, en los 25 efímeros días que le quedan a este 2006, caiga ése álbum que nos vuele el marulo a todos los rockeros, voy a comenzar con la encomiable tarea de analizar, a mi criterio, los mejores discos de este año en dos partes: local e internacional. Como debe ser, he de comenzar nombrando al artista (o banda) argentino que más me ha impactado con una producción discográfica en estos doce meses. Se trata, en este caso, de un solista que apareció hace muy poco tiempo, pero que en ese corto lapso nos ha iluminado a todos con una música bellísima, una voz prodigiosa y unas canciones hermosísimas: el señor Gabo Ferro. En este 2006, Gabo editó una veloz continuación a su primer producción solista Canciones Que Un Hombre No Debería Cantar (2005), Todo Lo Sólido Se Desvanece En El Aire. Y, otra vez, como el año pasado, deslumbró.

Recapitulemos: durante la década del '90, Ferro se hizo un nombre en el
under porteño como voz de una de las tantas bandas de la movida BAHC (Buenos Aires Hard Core), Porco. Allí, empezó a mostrar una voz extraña, demasiado armoniosa y melódica para un grupo de esa pesadez. Al mismo tiempo, comenzó una amistad de larga data con gente como la (entonces) bajista de Mata Violeta Flopa Lestani y el líder de Pez Ariel Minimal, quienes serían claves en su vida años después. Porque resulta ser que un día de 1998, Gabo decidió dejar todo. Se bajó (literalmente) del escenario, se "retiró" de la música y se puso a estudiar Historia.

Pero luego, instado por Minimal,
Flopa y el poeta cordobés Vicente Luy, decidió regresar al mundo de la música. En 2005 editó el mencionado Canciones..., una gema de demostraciones de folklore-rock acústicas grabadas en vivo en estudio. El innegable parecido de la voz de Gabo con la de Miguel Abuelo, la crianza folklórica de éste y su poética increíble sorprendieron a propios y extraños. Tanto, que casi lo obligaron a dar más. Y Gabo dio más, nomás: poco después nos regaló Todo Lo Sólido..., un disco que, aunque diferente, se le asemeja a su antecesor en más de un sentido. Y hasta hace lo imposible: lo mejora.

Porque allí donde
Canciones... escatima en arreglos, ofreciendo una propuesta más despojada que hace hincapié en la deliciosa voz de Ferro, Todo Lo Sólido... va muchísimo más allá. Los abuelescos tonos de Gabo están, pero son acompañados por preciosos arreglos que incluyen, gracias a los muchos invitados, variopintas ideas en un mismo y coherente disco: pianos (Pepo Limeres de Pez se lleva los lauros), violines, contrabajos (a cargo del ex Don Cornelio Y La Zona y actual Me Darás Mil Hijos Fede Ghazarossian), acordeones (Flopa dice presente) y mucho más, en un crisol estilístico envidiable.

Gabo, más allá de lo genial de sus alegatos políticos - idealistas - humanistas, es un estupendo músico, con una saludable ambición por mostrar ideas de maneras poco convencionales. Por eso pasa de furibundos country-rocks como "El Agua Sabe" (con Pez como banda soporte, qué lujo!) a preciosos momentos
a capella ("Dios Me Ha Pedido Un Techo" y su manifiesto anti-eclesiástico, momento intenso), a tiempos más folklóricos como en "Mi Vida Es Un Vestido" (una fábula transformista que ataca los principios sexistas occidentales) o "Beso Al Beso", a intentos de tinte balcánico como "Están Dopados Los Enamorados?" y así sucesivamente, con estilos variados y aparentemente dispares, uniéndolos en una lección de coherencia y talento.

En el ínterin, la inquietud exploratoria de Gabo es satisfecha en una obra digna de muchísima admiración y hasta pleitesía. Un disco para escuchar (mucho), guardar (celosamente) y rescatar (siempre).

5 dic 2006

Aquel respeto de antaño


En esta época plena de revivals, movimiento arquetípicamente modal del rock que en este caso toca de cerca aquel movimiento de mediados y finales de los años '60 que se conoció con el nombre de garage rock, claramente sucede que no todo lo que brilla es oro. Es más, me animaría a afirmar que muy poco de eso que tiene algún resplandor podrá aspirar, jamás, a ser material áureo. Y si, en este caso y para no desperdiciar pólvora en dispararle al aire, hay que hacer nombres, todos sabemos de lo que estoy hablando. Se trata de toda esa movida que, imprimiéndole descaradamente el prefijo The al nombre de banda que se les ocurra, arrecia con la pretensión de recrear el espíritu garage desde una perspectiva, al menos, cuestionable.

Y por eso quería traer a colación esta nueva rareza que me han dado los arcones del infinito océano de la música. Resulta ser que, por obra y gracia de la casualidad, me encontré con un simpático disquito llamado sencillamente Go Baby Go, y editado allá por 1987 por un cuarteto de pibes suecos que, aquí sí, intentaban un revival respetuoso: The Wylde Mammoths. Coetáneos (y no es casualidad) de The Cramps y The Fuzztones, la idea que prima en este interesantísimo álbum, compuesto por trece concisas canciones de buen rock, es la de un discreto y sentido homenaje a aquellos grandes artistas del padre del punk rock. Hay mucho de The Sonics, mucho de The Chocolate Watchband, ? And The Mysterians, Blues Magoos, The 13th Floor Elevators... Podría, seguramente, seguir un buen rato nombrando bandas. Y no me reiteraría ni equivocaría, lo garantizo.

Pero como lo dije, no hay aquí una intención de erudición, como sí puede encontrarse en la actualidad. Hoy, da la sensación de que haber tenido el placer de escuchar alguna de las bandas antes nombradas es sinónimo de genialidad, de oído privilegiado. Es por ello que estos grupos que hacen alarde de ello se limitan a imitarlo (como ya dije) descaradamente. No había de esto en los '80, cuando los Wylde Mammoths surgieron. No se trataba de una cuestión egocéntrica de aparecer como conocedor de una rareza, sino de un simple homenaje desde el respeto a quienes prefiguraron la idea musical con la que estos grupos se condujeron. Por eso da placer percibir las tonalidades, los símiles que los Mammoths establecen con aquellas viejas glorias.

Es la discusión sobre la motivación de los músicos de hoy expresada desde otro punto de vista. Como me lo dijera un amigo en una conversa de MSN sobre el tema: "Qué te interesa? Transmitir un mensaje desde el alma, o hacerte el canchero?". Dura pregunta, que refleja una realidad clarísima: la imagen, hoy, lo es todo. Enmascara el talento, y se mofa de los principios básicos. Por suerte, ya todo existió una vez. Y desde esa saludable posición de admiración y respeto.

4 dic 2006

Melodías sanadoras


El viernes sentí que me agradecían, cuando en realidad yo debía ser el agradecido. Es que cuando Ariel Minimal soltó ese "gracias por venir, en serio" con la misma intensidad con la que segundos antes había terminado de entonar el clásico de Manal "Una Casa Con Diez Pinos" pude darme cuenta de que los que nos sentíamos gratificados de estar ahí éramos los que integrábamos el público que llenó el ND/Ateneo, en ocasión de la presentación del noveno disco de Pez, la agrupación que nos convoca. Hoy se llama el álbum, la excusa para otra sublime demostración de talento perenne por parte del cuarteto emblema del under porteño.

La diferencia principal estuvo en la idea con la que los Pez subieron al escenario bien pasadas las 21 horas que se anunciaban como horario de inicio del show. Lejos quedó aquel quinteto explosivo de Folklore ('04), y aún más allá en el tiempo esas expresiones de trío rabioso de discazos como Frágilinvencible ('00) o Quemado ('96). El grupo, ya afincado como banda (pese a la notoria preponderancia de Minimal con respecto a sus compañeros), ahora propone una estructura de canción sin barroquismos, nada de complejas estructuras de sintetizadores ni sonoras distorsiones. Prefieren la musicalidad de lo simple, combinado esto a un mensaje positivo y de esperanza. Les ha llegado la madurez a los Pez, pero no ya desde lo musical sino donde más importa: en lo humano.

Es que tanto Ariel Minimal como el baterista Franco Salvador son recientes padres. Eso parece reflejar a las claras
Hoy: mensaje positivo, de aprendizaje, y por ende de enseñanza. En grandes canciones como esa excitante chacarera-rock "La Sin Nombre" o la hermosamente instrumentada "El Viaje" (con la que cerraron) Pez parece intentar enseñar un mensaje, que se refleja en la canción ya citada: la historia es el viaje / no hay ningún apuro por llegar. La búsqueda de la tan ansiada calma, la llegada de algo mejor, parece haber repercutido en el cuarteto. Un ejemplo claro es Minimal. Recién comenzado el show, uno de sus pedales de efectos dejó de funcionar. "Se me cagó un pedal, loco. Y de los importados", acotó, circunstanciado. Y uno, asiduo concurrente a los shows de Pez, no pudo dejar de preguntarse: volvió el gordo malaonda que dijera a su público "cállense, putos"?

Pero no. Segundos después, y solucionado el problema, optó por gesticular ampulosamente, lo que fue recibido con risas y una ovación unánime. Y así, durante todo el espectáculo. Bordeando una faceta (desconocida en él) de
showman, se lo vio de un ánimo excelente, feliz con sus canciones, sus hermanos de sal (como llamó a sus compañeros de banda en una canción de su reciente disco solista) y, claro, con su público. Lo mismo todos los músicos, que parecían deleitarse con el hecho de mechar, cada tanto, un clásico de ésos poco interpretados en vivo. Así, pasaron canciones que este Pez casi nunca ha interpretado: "El Desengaño" (la canción ausente en el vivo Para Las Almas Sensibles), "El Mar De Algún Lugar", "Serena"... Todo esto matizando la presentación de su nuevo material, el que tocaron íntegro. Incluyendo el estreno mundial "Melodías Sanadoras" que, tal cual anunció el bajista Fósforo, "nunca lo tocamos en vivo".

Es que ése fue otro de los factores clave a la hora de analizar este show: el violento cambio de lista de canciones que aconteció tras la decisión del grupo de presentar
Hoy y armar un setlist acorde. Acertada decisión que nos permitió apreciar a un Pez aceitadamente coordinado, con un sonido impecable (esa sana costumbre de privilegiar calidad por sobre volumen...) y con espacio para ciertas improvisaciones de altísimo vuelo. La sinergía de esta máquina parece estar en un punto de ebullición, y todo lo que intentan les sale: si no, cómo explicar esa rarísima versión del original de Flopa Manza Minimal "La Voz Del Viento" con Minimal (autor de la canción) en teclados y el pianista Pepo Limeres al mando de una melódica? Aquel que se haya guiado por el directo Para Las Almas Sensibles se sorprendería: Pez es otro Pez. Uno más reposado, inteligente, delicado. Pero no menos incendiario ni rockero.

Eso lo evidencian las siempre efectivas "El Cantor" y "Haciendo Real El Sueño Imposible" con las que cerraron el show, pero también un par de alegatos de Minimal, sorpresivos pero no por ello menos impactantes o claros. Uno de ellos tuvo un destinatario clarísimo, y explicable. Se trató de la radio del
puro rock nacional, cuando se despachó con un "es una Megagarcha". Y luego, un mensaje que seguramente infirió a su situación actual: "desconfíen de todo lo medianamente organizado. Prefieran lo espontáneo, que aunque caótico, sincero". Es que la injusticia ataca de muchas maneras. Una de ellas es que una banda como Pez, con más de diez años de comprobada excelencia y trayectoria, no tenga la difusión que merece. De allí la ubicuidad matizada con resentimiento de Minimal, un trabajador que no logra la recompensa que merece, pero que pese a todo sabe (y enseña) que a veces las melodías pueden ser sanadoras.

1 dic 2006

Empieza, comienza...

... Pero cómo? Difícilmente yo sea el único que siente una incertidumbre terrible, un vacío inexpugnable y gigantesco, cada vez que tiene que comenzar a escribir. El famoso pánico de la hoja en blanco nos ataca a todos, tanto los que somos como los que nos creemos escritores (creo que califico en ambas). En mi caso, es más que obvio que esta incertidumbre pasa por la idea de nunca tener nada bueno sobre lo que escribir. Eso, por más que sea cierto (como en este caso...) nunca debería persuadirme de hacerlo, ni lo hace.

Este proceso exige toda una determinación, pues es la idea de nunca rendirse. Debo confesar que este es mi primer escrito
formal en un par de meses, ya que (salvo mis trabajos para la Facultad, obviamente apestosos debido a lo que voy a contar) vengo sufriendo repetidamente de un bloqueo creativo bastante cruel. Ante ello, elegí rendirme. Estuve un tiempo (largo, demasiado, y muy sufrido) sin escribir nada, o escribiendo y borrando o desechando lo que había escrito.

Paradójicamente, nunca me le había animado a los blogs. Es peculiar como trabaja la mente a veces, pues sabiendo que en realidad lo que necesitaba ante esta adversidad era escribir, uniendo esto al hecho de que realmente no quería hacerlo por vergüenza de los resultados, mi propia cabeza actuó como catalizador y casi que me obligó a activar esta cuenta.

Como una terapia. Así empezará. Espero que todo mejore gracias a ésto.