Es difícil, y mucho, hablar de Mariano Manza Esain. Principalmente, porque lamentablemente nadie lo conoce demasiado o entiende muy bien quién es este genio. Y cuando digo genio, realmente sé bien de lo que hablo. Es que desde hace más de diez años, Manza (apodo que como todos los sobrenombres inteligentes o exactos, ya define a su destinatario más que su propio nombre) viene haciendo cosas muy interesantes. Primero fue esa joyita mod de principios de los '90, el Martes Menta que capitaneó junto a su (ex?) inseparable Ariel Minimal. Después (como si aquello fuera poco) invirtió años de su carrera en silenciosa capitanía de otra gema perdida del under, los impresionantes Menos Que Cero. Y para peor el tipo, después de dedicarse a producir grandes discos de grandes bandas (no sólo Pez, pero sí principalmente), participó en el también delicioso proyecto Flopa Manza Minimal (escribiendo cosillas como "Dejadez"...). Bueno, ahora nos "ataca" (es un decir, más bien nos alegra) con su última invención, Valle De Muñecas. Claro, no decepciona.
Aunque el nombre del grupo nos remita al clásico clase B de Russ Meyer Beyond The Valley Of The Dolls, podemos decir con seguridad que no hay nada clase B en este proyecto. Hace ya cuatro años que Manza se unió, inteligentemente, a su ex compañero en Menos Que Cero Fernando Astone, añadió a su hermano Luciano y a Leandro De Cousandier (ex miembros de otra genialidad extraviada en la vorágine, Plaimobyl) y, aplicando un poco de todo lo aprendido en este extenso periplo rockero, se dedicó a una banda que lo definiera, lo mostrara tal cual es. Lo logró con Valle De Muñecas. Aquí hay Martes Menta, hay Flopa Manza Minimal, hay Menos Que Cero. Pero no desde los estilos, sino desde una definición: esta banda nos trae a un Manza puro, real, genial. Mucho le sirvió aquí, dice él, su experiencia en la producción, extensiva e inteligente.
Es que el sonido es hermoso, a la vez desolador y esperanzado. Las guitarras acústicas se entreveran amistosamente con esas distorsiones oscuras que pintan paisajes muy londinenses, pero también tan porteños como el dulce de leche. Esas son (parece) las dos influencias de Manza. Puede pintarte el sopor de una Inglaterra llena de lluvias, o la angustia de la Buenos Aires 5 a.m., cubierta de soledades y de un sol que teme asomarse. Hace intrínseca la idea de que la tristeza, el no poder volver pero tener que seguir, puede atacarte siempre, en cualquier lugar. Como pudieron hacerlo tipos como los mods o Cadícamo, ustedes elegirán.
Escuchando el (hasta ahora) único disco de Valle De Muñecas, el increíble Días De Suerte (2005), parece estar lloviendo siempre, y las letras, preciosas, poéticas hasta la médula, se adueñan del dolor de cualquiera haciéndolo propio. Pero Manza siempre fue lo suficientemente ducho en esto de representar a la perfección sensaciones de dolor, abandono, encierro, desolación impregnándolas de ese vaho de esperanza que te pinta un sol por entre la tormenta. Eso es lo que hace sus letras, sus canciones, tan válidas de escuchar, es lo que emociona (por no mencionar, claro, que su voz es tan inentendiblemente melodiosa que, desgañitándose de espera, no puede dejar de enamorar).
Parece (es) demasiado cruel que, después de lastimar tanto, sus canciones te terminen dejando con la idea de que siempre se puede seguir mirando para adelante. Es ahí cuando te das cuenta de lo genial que es Manza, y de cuán poco se lo tiene en cuenta. Es la magia del under, vio?
Aunque el nombre del grupo nos remita al clásico clase B de Russ Meyer Beyond The Valley Of The Dolls, podemos decir con seguridad que no hay nada clase B en este proyecto. Hace ya cuatro años que Manza se unió, inteligentemente, a su ex compañero en Menos Que Cero Fernando Astone, añadió a su hermano Luciano y a Leandro De Cousandier (ex miembros de otra genialidad extraviada en la vorágine, Plaimobyl) y, aplicando un poco de todo lo aprendido en este extenso periplo rockero, se dedicó a una banda que lo definiera, lo mostrara tal cual es. Lo logró con Valle De Muñecas. Aquí hay Martes Menta, hay Flopa Manza Minimal, hay Menos Que Cero. Pero no desde los estilos, sino desde una definición: esta banda nos trae a un Manza puro, real, genial. Mucho le sirvió aquí, dice él, su experiencia en la producción, extensiva e inteligente.
Es que el sonido es hermoso, a la vez desolador y esperanzado. Las guitarras acústicas se entreveran amistosamente con esas distorsiones oscuras que pintan paisajes muy londinenses, pero también tan porteños como el dulce de leche. Esas son (parece) las dos influencias de Manza. Puede pintarte el sopor de una Inglaterra llena de lluvias, o la angustia de la Buenos Aires 5 a.m., cubierta de soledades y de un sol que teme asomarse. Hace intrínseca la idea de que la tristeza, el no poder volver pero tener que seguir, puede atacarte siempre, en cualquier lugar. Como pudieron hacerlo tipos como los mods o Cadícamo, ustedes elegirán.
Escuchando el (hasta ahora) único disco de Valle De Muñecas, el increíble Días De Suerte (2005), parece estar lloviendo siempre, y las letras, preciosas, poéticas hasta la médula, se adueñan del dolor de cualquiera haciéndolo propio. Pero Manza siempre fue lo suficientemente ducho en esto de representar a la perfección sensaciones de dolor, abandono, encierro, desolación impregnándolas de ese vaho de esperanza que te pinta un sol por entre la tormenta. Eso es lo que hace sus letras, sus canciones, tan válidas de escuchar, es lo que emociona (por no mencionar, claro, que su voz es tan inentendiblemente melodiosa que, desgañitándose de espera, no puede dejar de enamorar).
Parece (es) demasiado cruel que, después de lastimar tanto, sus canciones te terminen dejando con la idea de que siempre se puede seguir mirando para adelante. Es ahí cuando te das cuenta de lo genial que es Manza, y de cuán poco se lo tiene en cuenta. Es la magia del under, vio?